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sábado, 18 de abril de 2009

SIEMPRE FUERON CIEGOS

Extraido del blog "Sentir, luchar, vencer"

SIEMPRE FUERON CIEGOS
Por Israel Winicki
 
En enero de 1933 un hombrecito vociferante de bigotes chaplinescos tomaba el poder en Alemania. Sus discursos histéricos encendían a las masas. Detrás de él se agrupaban los militares ávidos de revancha, los monárquicos que añoraban al Kaiser, y, por sobre todas las cosas, los grandes capitales industriales (Krupp, Thyssen, etc.) temerosos de una revolución comunista. El mundo occidental también cifraba sus esperanzas en el nuevo gobierno alemán, pensando que se lanzaría contra la Unión Soviética.

El mundo cerró los ojos ante los desmanes que los partidarios de este hombrecito cometían en Alemania. ¿Qué los partidos políticos son prohibidos? No importa, Alemania necesita un gobierno fuerte. ¿Los comunistas son perseguidos? Era hora que se pusiera freno a sus desmanes. ¿Qué los sindicatos son suprimidos? Había que terminar con las huelgas. ¿Que los judíos son humillados, perseguidos, agredidos, encarcelados, asesinados? Es un asunto interno de Alemania.

Y vino Munich. Checoslovaquia le fue entregada en bandeja a Hitler a cambio de “la paz de nuestro tiempo” pregonada por Chamberlain, mientras Daladier y Roosevelt cantaban loas y alabanzas al gran pacificador.

Y vino el Anschluss. Austria dejó de existir. Y nuevamente el mundo occidental se encogió de hombros. Al fin y al cabo, austríacos y alemanes son un mismo pueblo.

Y cuando el mundo occidental abrió los ojos en 1939, ya era tarde, había estallado esa gran hecatombe llamada Segunda Guerra Mundial, que segó 50.000.000 de vidas y dejó a Europa en ruinas.

En 1978 un gobierno comunista toma el poder en Afganistán. EEUU, por motivos estratégicos, organiza un movimiento guerrillero islámico, lo financia y pone a la cabeza del mismo a un exitoso hombre de negocios saudí, Osama Bin Laden, su propósito es derribar al gobierno comunista. La guerrilla logra imponerse y en 1993, ante el aplauso del mundo occidental, los talibanes toman el poder. Y vino el 11 de Septiembre, y Atocha, y Londres, y…

En 1978 un hombrecito de cejas hirsutas y larga barba, que se encontraba asilado en Francia toma el poder en Irán, desalojando al gobierno del Sha. La ley islámica es impuesta en el país. Las izquierdas del mundo aplaudieron cuando la embajada de EEUU fue tomada por los revolucionarios iraníes. Los países europeos repudiaron el hecho de la boca para afuera, mientras calculaban cuánto ganarían con el petróleo iraní. Pero en su ceguera no prestaron atención a los discursos de Jomeini, no se dieron cuenta que su revolución no tenía nada que ver con la política, ni con intereses petroleros, ni con intereses estratégicos, sino que se trataba de otra cosa, algo mucho más profundo y peligroso. Era lisa y llanamente resucitar el Imperio Islámico, recuperar Al Andalus, destruir al “Gran Satán Occidental”, e Irán comenzó a exportar terrorismo, Buenos Aires, Egipto, Jordania; e Irán comenzó a entrenar y financiar a grupos terroristas como Hizbollah y Hamas, e Irán comenzó a influir con su ideología fanática en los musulmanes afincados en Europa.

Misionerismo, violencia, imposiciones. Europa comenzó a despertar, pero tarde, y las izquierdas progres siguen perdidas en el limbo de su idealismo pasado de moda. Si Irán quiere tener armas nucleares, tiene todo el derecho, ¿O sólo EEUU y sus lacayos pueden poseerlas? ¿Acaso Irán no tiene derecho a defender su petróleo? Hablan del apoyo de Irán a gobiernos “progresistas y revolucionarios” como el de Chávez en Venezuela, el de Morales en Bolivia, o el de Castro en Cuba, “¡Eso es combatir el imperialismo!” Gritan, sin saber que si Irán triunfa en su empeño, los primeros en caer bajo la espada del verdugo, van a ser ellos. Y los gobiernos vacilan y se inclinan ante los emisarios del Islam, y aceptan todas sus exigencias. Y Wilders no puede entrar a Gran Bretaña, porque su film Fitna ofende al Islam, y la policía no debe entrar a los barrios musulmanes, pues sólo la Sharia puede imperar en ellos, y no se puede publicar caricaturas de Mahoma, pues puede haber insurrecciones en todo el continente, y Europa se rinde, y Europa se entrega, y Europa., nuevamente ciega, permite que una nueva hecatombe asome en el horizonte.

Imposible decirlo más claro


Fuente: www.gentiuno.com


lunes, 9 de febrero de 2009

BUENISMO Y TOTALITARISMO

Excelente articulo de Francesc Marc-Álvaro publicado en el periodico La Vanguardia el 09/02/2009 donde aconseja no confundir izquierda democratica (con la que me identifico) con la izquierda totalitaria, que es la que se suele manifestar contra Israel con la excusa del "antisionismo",  tal como hemos visto en numerosas manifestaciones.


Cuando via Jordi Miralles, secretario tercero de la Mesa del Parlament y coordinador general de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA), partido coaligado con ICV, manifestándose en Barcelona a favor del régimen de Fidel Castro, no me extrañó. Aunque mucha gente no sea consciente de ello, dentro del bloque de partidos que hoy gobiernan la Generalitat, hay una organización que sigue defendiendo los principios de la izquierda totalitaria, la que todavía no ha abjurado de la experiencia soviética ni ha pedido perdón por la complicidad con los crímenes del gulag, aunque no duda en exhibir la bandera de lo que llaman "memoria democrática". EUiA, formación hermanada con Izquierda Unida, es un conglomerado creado por varias siglas minoritarias, como el PSUC-Viu, el Partit dels Comunistes de Catalunya y el Partit Obrer Revolucionari, entre otros. La propaganda que editan muestra bien qué son.


Nuestra sociedad abierta, que Miralles y sus correligionarios combaten bajo cualquier pretexto, permite, esa es la grandeza de la imperfecta democracia, que puedan manifestarse en defensa de un tirano y que, luego, nos den lecciones de pluralismo, transparencia y pacifismo. Pero las manifestaciones procastristas son lo que son: una expresión inequívoca de totalitarismo, tan satisfecho de serlo que se permite, incluso, la cínica reversión dialéctica de acusar de "fachas" a todos los que se manifestaron en contra de la dictadura cubana. Que haya sectores reaccionarios entre la oposición a Castro no altera la verdad. Como no la altera que hubiera militantes comunistas nobles y admirables.

Miquel Molina publicó una interesante columna el pasado miércoles en la sección Tendencias en la que también hace referencia a las manifestaciones de apoyo al régimen de los hermanos Castro. Molina analiza el término buenismo y señala que, a veces, sirve como palanca de las críticas que formulan "algunos de quienes dejaron la izquierda para abrazar el pragmatismo". La relación entre buenismo e izquierda, apuntada por mi colega, invitaa un ejercicio de aclaración que puede ser útil a la luz del tipo de debates que hoy aparecen en Catalunya y otros lugares de Europa.

Permítanme que me acoja a la autoridad de Norberto Bobbio, quien, en su célebre obra Destra e sinistra (derecha e izquierda), ubicó la discusión en las coordenadas más rigurosas y honestas para arrojar una luz que borra muchos malentendidos. Para Bobbio, "hombre de izquierdas" según su autodefinición, para comprender los campos ideológicos clásicos es imprescindible asumir la distinción entre libertarios y autoritarios así como entre moderados y extremistas. Estas distinciones no se superponen al binomio derecha-izquierda sino que –como Bobbio remarca– "lo atraviesan de lleno". Llegamos así al corazón del problema: la batalla de fondo es entre totalitarios y demócratas. Es aquí donde hay que poner la raya.

Los años treinta del siglo XX vieron el choque sangriento entre los dos grandes totalitarismos: el comunismo (en la izquierda) y el nazismo (en la derecha). La alianza bélica de la URSS con las democracias occidentales (tras el breve pacto Stalin- Hitler) dio legitimidad al totalitarismo soviético, al quedar en el bando de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Pero ello no hizo que las dictaduras controladas por Moscú fueran menos dictaduras, del mismo modo que el apoyo de Estados Unidos a Franco no hizo del franquismo nada parecido a una democracia.

Hoy, tras haber salido de la guerra fría, podríamos pensar que nos hemos librado del totalitarismo. No es así. Todo muda. En 1951, se publicó un libro fundamental: Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt. Como tantos intelectuales judíos, esta autora tuvo que huir de Alemania con el ascenso al poder de los nazis. Han pasado varias décadas desde que Arendt escribió su obra, pero el extremismo islamista, como indican muchos expertos, puede interpretarse como el heredero más claro de los viejos totalitarismos, de acuerdo con las categorías que nos legó la gran pensadora. El bloque inicial de su estudio, dedicado al antisemitismo como una de las fuentes de la ideología totalitaria, es de una vigencia extraordinaria. Así, no es extraño comprobar cómo una parte de los que justifican y apoyan a Hamas y otros grupos yihadistas son los mismos que defienden al dictador de La Habana. También en Barcelona.

No hay que confundir los términos. Está la izquierda democrática y está la totalitaria, como hay una derecha democrática y una que no lo es. Lo lamentable es que los demócratas acaben unidos a los totalitarios, a menudo por simple supervivencia parlamentaria. Así las cosas, el buenismo es sólo una retórica populista que, adoptada unas veces por demócratas y otras por totalitarios, ya sea por ignorancia o por mala fe, desfigura la responsabilidad de los políticos, al blindar con moralina decisiones que deberían explicarse seriamente con datos y argumentos, y sin excluir al adversario mediante la argucia de achacarle intenciones perversas.

Lo contrario del pragmatismo no es el buenismo sino las convicciones. Todo político que no sea cínico o fanático vive en tensión constante entre sus convicciones y la práctica de lo posible, ahí reside el legado humanista. Cada cosa en su sitio: el buenismo es tramposo y frívolo, pero se trata sólo de un catarro; el totalitarismo, en cambio, es tan grave como un cáncer devastador.